¿Por qué se conmemora el Día de la Educadora y Educador?

Por América Farías Ocampo

La educación inicial y preescolar en Guerrero es atendida por 308 educadoras y educadores, de los cuales 48 son del sistema inicial indígena, según las cifras de la Secretaría de Educación Guerrero. Todas ellas y todos ellos despliegan una práctica docente encaminada a desarrollar y fortalecer las capacidades de las niñas y niños pequeños (3 a 5 años) de manera integral.

Como un reconocimiento a esa noble y profesional labor se instituyó el Día de la Educadora el 21 de abril. La fecha tiene su origen en el nacimiento de Federico Froebel, el mismo día pero de 1782, quien fue un pedagogo alemán considerado el creador de la educación preescolar y del concepto de “jardín de la infancia”.

 

En referencia a ello, se dice que en 1837 se abrió la primera guardería, donde las niñas y niños se consideraban como pequeñas plantas de un jardín y la maestra la jardinera.

De acuerdo con el doctor en Educación Alfonso Torres Hernández «ser educadora no es entretener a las niñas y niños; ser educadora no es jugar con ellos por jugar; ser educadora no es cuidar niños pequeños. No, la labor de las educadoras tiene implicaciones con mayor sentido. Ser educadora, implica sentar las bases en el pensamiento de las niñas y niños para construir nuevos sentidos y significados a nuestra educación; para pensar en un país más democrático y justo; en una educación que permita la construcción de una ciudadanía mucho mejor que la actual. Sentar las bases desde la educación preescolar para ello, es la esencia de la labor de la educadora. Y si, teniendo como un dispositivo didáctico pensado, el juego. Y si, desplegando todo el conocimiento pedagógico sobre el desarrollo del niño, de las habilidades didácticas y de toda la ética y carisma que les caracteriza. Sumado a lo anterior, el enorme sentir y empatía sobre los vínculos que existen entre una madre y su hijo. En términos de Freire, Ser educadora “exige seriedad, preparación científica, preparación física, emocional, afectiva. Es una tarea que requiere. De quien se compromete con ella, un gusto especial de querer bien, no solo a los otros sino al propio proceso que ella implica. Es imposible enseñar sin ese coraje de querer bien, sin la valentía de los que insisten más de mil veces antes de desistir. Es imposible enseñar sin la capacidad forjada, inventada, bien cuidada de amar” (Freire, 1994). Como podemos advertir, la tarea de la educadora no algo sencillo. Tiene que ser en una jornada cotidiana, amiga, madre, hermana, pedagoga, maestra, bailarina, cantante, actriz, tiene que cambiar su faceta de manera dinámica con el único propósito de instrumentar didácticamente cada uno de los momentos en los que tiene una relación pedagógica con las niñas y niños».

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